En aquellos años, cualquier baenense llegaba al Viernes Santo cansado, cerca del final de su resistencia. Nadie podía comprender cómo niños, mujeres u hombres aguantaban de esa manera para hacer estación de penitencia en un nuevo desfile, que para algunos era el tercero o el cuarto desde el Miércoles Santo. Ese año de 2020, Paco tenía diez años e iba a estrenar el capirote de la hermandad de la Virgen de los Dolores, acompañando a sus otros dos primos. En 2019 había completado la mitad del recorrido y en aquel Viernes Santo del confinamiento decía que era el momento.
Tras abandonar el cuartel de los Apóstoles, recordó que en ocasiones se dirigía a una de aquellas estrechas calles de la Almedina. La procesión del Silencio llegaba a su fin. El cura Virgilio se había marchado hacía tiempo, pero parecía oír aún su sobria voz salida del megáfono, narrando las distintas estaciones de Cristo. Hacía frío. Los tambores dieron una pequeña tregua para llegar a la reventona en su momento álgido. Era la procesión del Nazareno y ningún judío colinegro podía faltar. Pero eso sería el año siguiente. Esa noche de 2020 vio el vídeo de la Agrupación de Cofradías sobre el vía crucis del Silencio.
