El judío misterioso

Nadie sabía quién saldría de la turba con su celada bajada al escucharse el “tararitarari” del trompetero. Un judío, sin tambor, emergía entre los centenares de tamborileros. Iba dando pequeños saltos con una mano en el casco y la otra en la espalda. Ese judío misterioso se acercó al evangelista, que comenzaba a escribir en su pequeña tablilla para tratar de despistarlo. Primero intentaba leer lo que estaba anotando por la derecha; sin conseguirlo, se aproximaba por la izquierda; por último, de nuevo por la derecha aparecía el judío y “asustaba” al evangelista, que hacía numerosos aspavientos. El sencillo paso terminaba con el saludo reverencial de ambos. El pequeño Paco, que siempre se sorprendió con estos movimientos exagerados y el sonido de la trompeta, amaneció el Domingo de Resurrección del año 2020 con el recuerdo de esa representación, bautizando a ese miembro de la turba como el “judío misterioso”.

Ese Domingo de Resurrección se inició con la triste noticia de siete nuevos fallecidos en la provincia de Córdoba por coronavirus, con lo que ya habían perecido 56. Además, se confirmaron 1.153 contagiados, de los que 176 se habían curado. La Junta de Andalucía situó esa jornada como la que había registrado más muertes desde el inicio de la pandemia en Córdoba. Había que seguir manteniendo las estrictas medidas de confinamiento. El Ministerio de Sanidad confirmó esa jornada que el día de antes habían fallecido 619 personas tras producirse un ligero repunte de la mortalidad, aunque seguían bajando las cifras de infectados. En Baena, un amigo me dijo que su madre había cogido el “bicho” y estaba ingresada en Cabra. Evolucionaba bien. Él estaba en cuarentena.

Ese día era momento para balances en todas las cofradías si el año hubiera sido normal. De limpiar y guardar arreos, de comenzar a trenzar colas, de lavar túnicas. Aún tendría que cerrarse la última procesión, que celebraba la resurrección, protagonizada en Baena por la Real Archicofradía de Nuestra Señora del Rosario y Santo Cristo Resucitado. Cola negra.

Desde pequeño recordaba a Manolo Caballero, el bibliotecario que luchó denodadamente por impulsar la Real Archicofradía y al que secundó Antonio Mesa Sevillano, uno de esos cofrades que acumularon años de gran dirección al frente del Domingo de Resurrección y que además fue baluarte principal de la Corporación Nacional de Amigos del Tambor y el Bombo que en 2018 consiguió que 17 municipios de cinco comunidades fueran reconocidos por su tradición del tambor como patrimonio inmaterial de la humanidad. Después llegarían Julio Garrido Ramos y Alfonso Rodríguez Polo, que fue el que tuvo que afrontar desde su cargo de hermano mayor la tristeza de la suspensión de la procesión.

Desde hacía décadas, el presidente de la Agrupación de Cofradías acompañaba en la presidencia de la procesión al hermano mayor, una decisión con la que se quería remarcar la importancia que debía tener esta unión de cofradías en la Semana Santa de Baena. El cofrade ejemplar, Juan Torrico Lomeña, también acompañaría durante años a Antonio Mesa al final de la procesión.

Con Antonio Mesa se completaría el número de hermandades hasta adquirir la configuración que mantenía en ese año 2020. Así, se incorporó la hermandad de María Magdalena, otra de tambor ronco bajo la advocación del Santo Cristo Resucitado y una centuria romana, con lo que la cofradía dejó de recurrir, como hizo durante unos años, a la del Viernes Santo por la mañana. También creó una cuadrilla de albaceas para mejor organizar el desfile procesional.

Para conocer la importancia que mantenía la Semana Santa de Baena sólo había que recurrir a su estructura. En las siete cofradías, que organizaban siete procesiones entre el Domingo de Ramos y el Domingo de Resurrección, participaban más de 40 hermandades, entre las que había dos turbas de judíos (cola negra y cola blanca), una cuadrilla de sayones, centurias romanas, figuras bíblicas, hermandades de luz y de tambor ronco. Esas hermandades llevaban a hombros 31 imágenes, algunas de una extraordinaria riqueza artística procedentes de la Escuela Granadina de siglos barrocos. Si los judíos eran su máxima peculiaridad y aportación a la Semana Santa universal, los pasos que se representaban eran otras de sus grandes idiosincrasias.

Quizás, quien no fuera de Baena, no podía imaginar lo que un baenense sentía cuando llegaba la Cuaresma. ¿Por qué un Domingo de Resurrección de confinamiento, a las siete de la tarde, cuando no había nadie en la calle, se escuchaban sin descanso los tambores? ¿Por qué una página de Facebook que se llamaba «Semana Santa suena en el balcón» alivió a tantos baenenses al disfrutar de una devoción en estos días tan extraños?

Solo había que confiar en que la pandemia que encerró a la población en sus viviendas acabe pronto. Entonces, volveríamos a narrar lo que ocurrió esos días que hoy son presente, pero que contamos desde el futuro. Muchas gracias.

admin

Entusiasta del aprendizaje permanente, soy doctor en Periodismo. Disfruto con la historia de la comunicación y el periodismo corporativo y las nuevas formas de comunicación. En mis ratos libres, investigo sobre Baena, pueblo en el que nací, y sus tradiciones.

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